jueves, 21 de mayo de 2009

Gran Torino

El viejo pistolero se retira


Por: Juan Carlos Suárez Revollar
En la primera mitad de los sesenta, el director italiano Sergio Leone iba preparando un Western de producción europea. La historia sería una adaptación de la película Jojimbo, de Akira Kurosawa, pero sustituyendo a los samuráis por pistoleros. Por entonces Clint Eastwood era un actor de poco éxito que participaba en una serie de televisión. Fue su primer protagónico y, además, el inicio de una admirable carrera, que lo convertiría en uno de los actores más importantes de la segunda mitad del siglo XX, y en uno de los más emblemáticos del Western —antes dominado por Gary Cooper, Henry Fonda, James Stewart y el ya otoñal John Wayne—. El filme fue Por un puñado de dólares, y tuvo otras dos secuelas: Por unos dólares más y la impresionante El bueno, el malo y el feo, cierre de la trilogía. Don Siegel también lo dirigió en Dos mulas para la hermana Sara —otro western—, Escape de Alcatraz y la primera parte de Harry el sucio. La experiencia de trabajar con estos dos directores fue clave para él, y marcó su estilo cinematográfico.
Su debut como realizador fue en 1971 con el thriller Temblor en la oscuridad, de más éxito artístico que comercial. Las mejores filmes de su larga producción son los Westerns El fugitivo Josey Walles y Los imperdonables, los policiales Crimen verdadero y Deuda de sangre, y los dramas Río Místico y Golpes del destino, además del díptico Banderas de nuestros padres y Cartas de Iwo Jima. Ello sin contar un buen puñado de películas menores y otras más donde participó como actor.
Hay muchas similitudes entre Gran Torino, la última película de Clint Eastwood y El último pistolero (1978), de Don Siegel. Ambos son filmes de despedida de la actuación de una gran estrella, en el primer caso de Eastwood —lo anunció él mismo— y en el otro de John Wayne, quien es, posiblemente, la mayor estrella del Western americano. La influencia de esta película en Gran Torino es clara, no solo por lo señalado líneas arriba, sino por la serie de similitudes que saltan a la vista desde el inicio —personajes equivalentes (el muchacho Hmong con el hijo de la casera: ambos toman como mentor a J. B. Books y a Walt Kowalski respectivamente, y se establece una relación de padre-hijo entre ambos), los dos protagonistas tienen una enfermedad terminal, entre otras—, aunque en el fondo son filmes completamente diferentes.
La historia de Gran Torino gira en torno al cruce y choque de civilizaciones —aparecen latinos, afros, asiáticos, italianos, irlandeses— que van siendo absorbidas por la cultura norteamericana. Walt Kowalski continúa luchando y se mantiene tercamente en su casa, viendo tomado su vecindario y el país que él mismo ayudó a edificar por los extranjeros inmigrantes a quienes desprecia (pese a ser él mismo de ascendencia polaca). Aunque pasa todo el tiempo refunfuñando, es en el fondo amable, con un alto sentido de la justicia y el deber: un héroe como los muchos que interpretó el propio Eastwood.
La historia es contada con una cadencia que coge tópicos de la comedia, el drama y el cine de acción, y no salta entre sí de manera brusca, sino de modo acompasado. Se retrasa el conocimiento de algunos de sus detalles, como aquel suceso del pasado de Walt que lo atormenta y que el padre Janovich (Christopher Carley) busca descubrir a través de la confesión a lo largo de todo el filme. Por supuesto, la comunidad Hmong juega un papel clave, al configurar el desarrollo del personaje y de la narración. Los dos jóvenes, Thao (Bee Vang), quien se convierte en su mejor amigo y Sue (Ahney Her) —exquisita interpretación—, son el vínculo entre Walt y la comunidad Hmong.
Además de su indiscutible calidad, Gran Torino es una película entretenida y de sumo interés, que se constituye como uno de los mejores estrenos del año.

GRAN TORINO
Director:: Clint Eastwood
Duración: 116 Minutos
País: Estados Unidos, 2008
Idioma: Inglés con subtítulos en español

sábado, 16 de mayo de 2009

Gus Van Sant, director de Milk

El ojo crítico e impasible de los márgenes de la humanidad

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

Gus Van Sant aborda sus películas de una manera poco convencional, tanto por el lado de las historias —adolescentes o adultos jóvenes deprimidos, atormentados y adictos con escaso poder de decisión sobre sus propias vidas—, como por la presentación narrativa: con estructuras complejas a través de audaces saltos temporales y multitud de puntos de vista.
Su primera película, Drugstore Cowboy, estrenada en 1989, tiene como tema central la adicción, pero también la autodestrucción del protagonista, y todo ello sin convertirse en una parábola moral. Mi propio Idaho privado continúa esa exploración, pero con un mayor alcance y nivel artístico, constituyéndose como su primera gran película —es, además, una adaptación libre basada en el personaje Falstaff, de Shakespeare—. A partir de entonces su obra decae ligeramente: de ese periodo son Ellas también se deprimen, Todo por un sueño, el éxito comercial El indomable Will Hunting y toca fondo con el remake de Psicosis, película que, pese a ser idéntica en la historia, guión, diálogos y hasta en los planos a la de Hitchcock, pierde en la comparación por amplísimo margen.
Descubriendo a Forrester y Gerry supusieron una honorable recuperación de su filmografía, pero fue con Elefante que logró su segunda gran película. Basada en hechos reales, entrecruza las vivencias cotidianas de los estudiantes del instituto Columbine poco antes y durante la tristemente célebre matanza a manos de dos de sus compañeros. La complejidad y eficacia de la estructura, además del alto nivel del filme, le valieron la Palma de Oro en Cannes. Last Days continúa por la misma senda, con una organización narrativa que entremezcla tiempo, espacio y puntos de vista. El propio Van Sant negó que se tratara de los últimos días de vida de Kurt Cobain, líder de la banda Nirvana, aunque ello suena a patraña. También participó, en 2005 y 2007, en un par de proyectos grupales que reúnen cortometrajes de varios distinguidos directores, París, yo te amo y Chacun Son Cinema.
Sus dos últimos trabajos son bastante disímiles: Paranoid Park tiene el mismo tono que Elefante y Last Days, aunque con una presentación estructural algo más sencilla; Milk, en cambio, se alinea a los filmes comerciales y usa sus códigos y formas, pero con la marca indeleble del gran director. Debemos señalar que Gus Van Sant es uno de los realizadores activos más importantes de la cinematografía mundial, que continúa aportando nuevas formas de hacer cine. Más bien, de hacer gran cine.
Publicado en Correo de Huancayo, el 16 de mayo de 2009

lunes, 11 de mayo de 2009

Entrevista a Daniel Nuñez, actor de 'La teta asustada':

“Huancayo es muy rico para crear historias que se puedan mostrar a través del cine”



El actor y director huancaíno Daniel Nuñez ha participado en la cinta La teta asustada, donde tiene un importante rol. Otras películas en las que también ha actuado son Así eres tú, Flor de retama, Sangre y tradición y El Tunche. En la siguiente entrevista hace algunas reflexiones acerca de su último trabajo y sobre el oficio de hacer cine.

¿Qué nos puedes decir de la historia de La teta asustada?
Toda película es una ficción, y debemos tomarla por ese lado. La teta asustada rescata cosas que han ocurrido en la época del terrorismo, más exactamente se refiere a un síndrome provocado por la violación de que eran víctimas las mujeres gestantes y que se transmitía a sus hijos. Fausta es la muestra de ello, y vive enferma porque tiene ese trauma sicológico.

¿Es oportuna la aparición de un filme con esa temática?
Sí. Este tema nunca se había tocado, es más, ni se sabía de su existencia. Y Claudia Llosa lo profundiza. Creo que ahora es un buen momento para centrarnos en lo que ocurrió en el pasado y mostrarlo.

¿Hay discriminación en la historia?
No la hay. A Madeinusa se le ha criticado en el Perú porque se cree que genera una imagen distorsionada de los peruanos. Pero La teta asustada más bien rescata el quechua y la música. En Europa, por ejemplo, los espectadores han aplaudido mucho a ambas películas porque nunca se ha visto esta clase de trabajo.

¿Y qué opinas de La teta asustada como espectador?
La película ha sido muy bien trabajada, y se nota el profesionalismo, pese a haber empleado a actores no profesionales. Es más, con ello se logra más naturalidad en la interpretación. Hay una buena técnica y un excelente guión. Es una película muy visual, aunque no ocurra nada. Sólo por la música de fondo ya puedes entender el mensaje.

¿Qué perspectivas abre este filme para el cine local y nacional?


El premio obtenido por La teta asustada ha abierto muchas puertas. Por ejemplo Conacine ha duplicado su presupuesto para los cineastas. Los realizadores nacionales y locales estamos ahora con las pilas para poder sacar nuevos productos. Y el mercado internacional ahora está interesado en ver más películas peruanas. Huancayo es muy rico culturalmente para crear buenas historias que se puedan mostrar a través del cine. Además, acá hay gente talentosa que está produciendo, y produciendo bien.


Publicado en Correo de Huancayo, el 2 de mayo de 2009

sábado, 2 de mayo de 2009

La teta asustada

La herencia del dolor y el miedo que no cesa

Por: Juan Carlos Suárez Revollar

El primer largo dirigido por Claudia Llosa es Madeinusa (2006), un fresco antropológico a manera de tesis: ensaya un supuesto y fuerza a la historia y a los personajes para alcanzar el desenlace. Es una película sobresaliente y distante del estilo cinematográfico predominante en el Perú. Aunque tiene altibajos, llamó la atención de la crítica y originó no pocas controversias por su temática.
La experiencia de este primer rodaje permitió a Llosa un excelente manejo del discurso audiovisual, reflejado en La teta asustada. Fausta (Magali Solier) padece de un síndrome que altera gravemente su comportamiento a causa de la violación sufrida por su madre cuando aún la llevaba en el vientre, y que se ha transmitido por la leche materna, creando un vínculo que las une a ambas de por vida. Esa conducta linda con la locura y toma la forma de un miedo constante, paranoico y presumiblemente injustificado que la hace creer que en cualquier momento también ella será violada. Se genera, así, un drama personal muy íntimo, frustrándose cualquier posible relación con un hombre y produciendo un estado de soledad e incomprensión acentuado por la intolerancia ajena.
La historia del filme es simple y su estructura carece de saltos temporales. La puesta en escena no es complicada y los planos son casi estáticos. ¿Qué es entonces lo que hace de La teta asustada un filme tan peculiar y de primera línea? Precisamente esa aparente sencillez. La violencia es omnipresente a través del temor de Fausta y del pasado que los mayores se empeñan en no querer recordar, pese a que apenas hay escenas violentas y la acción ha sido atenuada en lo posible. Las tomas son largas y lentas, pero están llenas de poesía, belleza y en especial de significación. He ahí uno de sus mayores méritos. Hay muchos símbolos que enriquecen la historia y la amplían de forma ambigua y fascinante, encerrando multitud de interpretaciones. ¿La propia papa que Fausta lleva en la vagina no es un símbolo, acaso, del miedo a la violación, y no es esperanzador su florecimiento? Y los matrimonios, los cantos para paliar el miedo, el contraste de las dos capas sociales de la ciudad, los gustos ridículos de unos con los refinados de otros, las perlas o la muñeca enterrada de la pianista y la quietud del desierto que Fausta atraviesa con su madre a cuestas, ¿no son también más símbolos?
Es claro que nos encontramos ante una película superficialmente sencilla, con un fondo significante y alegórico altamente complejo. Por cierto, aparece en un momento pertinente para el balance de la violencia política que se vivió en nuestro país, en un ajuste de cuentas con el pasado por medio de una historia de indiscutible calidad artística.

LA TETA ASUSTADA
Directora: Claudia Llosa
Países: Perú, España, 2009
Idiomas: español y quechua
Duración: 97 minutos
Publicado en Correo de Huancayo, el 2 de mayo de 2009